MARÍA –
LA RESURRECCIÓN
Mayo
(Esta canalización forma parte de un conjunto de canalizaciones que acompañarán nuestra Resurrección en este mes de mayo).
Soy María, Reina de los Cielos y la Tierra.
Saludos y Amor a cada uno de vosotros, dondequiera que estéis. Mi presencia está con vosotros.
En los albores de este mes de mayo, vuelvo a inundaros de Gracia, Amor y Verdad.
Hoy, lo importante no es lo que os diga, sino mi Presencia más íntima, en vuestra intimidad. Vengo a apoyaros, a vosotros, hijos del Único, Semillas de Estrellas, Corazones vibrantes, en los últimos pasos dentro de la dualidad.
En este momento en que todas las señales reveladas por cada uno de los profetas de la Tierra, están ante vuestros ojos y se viven en vosotros, vengo a apoyaros con mi Amor de madre en la verdad de vuestra Eternidad.
Vengo, si queréis, a aligerar vuestros últimos pesos, vuestras últimas resistencias, vuestras últimas dudas.
En el comienzo de este mes de mayo, más que nunca, se os ofrece comulgar con vuestra verdad que es vuestra.
Estaré presente en cada llamada, en cada momento; si vuestra conciencia se vuelve hacia el cielo, entonces seré vuestra tierra, vuestro cuerpo.
Ahora que todos los Elementos laten, al unísono, la llamada de la Verdad, el tiempo de la revelación, yo estoy a vuestra puerta, estoy en vosotros y con vosotros. Vengo a despertar lo que debe ser, siempre que os confiéis a vuestra Eternidad.
En estos momentos en los que nada puede estar oculto en la faz de la Tierra, es el tiempo también de no esconderos de vosotros mismos o a vosotros mismos.
Es hora de dejar detrás de vosotros, lo que está muerto, es hora de reencontraros en vuestra totalidad y en vuestra unicidad.
Cuando los signos del Cielo y de la Tierra, entren en su paroxismo y en su intensidad, cuando el fuego vital y el Fuego Vibral se combinen en el Espíritu, el Espíritu de la Verdad -que despeja vuestros ojos y abre de par en par vuestro corazón-, viviréis la Gracia, pero se requiere de vosotros el perdón, el perdón de todo lo que habéis atribuido a las circunstancias o a vosotros mismos. Al recubriros con mi Manto, como he tenido ocasión de hacerlo en numerosas ocasiones, vengo a consolidar vuestra propia revelación.
El tiempo de la Resurrección acaba ahora, permitiendo en un nuevo día y en el comienzo de un nuevo mes, lograr la Libertad que viviréis, la que habéis diseñado y se crea ahora, la que os llevará a vuestro Corazón donde todo es respuesta, donde la Evidencia no sufre ni dificultad, ni resistencia.
Mi Presencia viene a pediros, antes que os nombre y os llame, que viváis la Paz.
Os invito también, como os dijeron los Ancianos, a dejar florecer la rosa de vuestro corazón.
Os llamo a la comunión perpetua; a vivir de manera lúcida y plena, la Nueva Eucaristía, la del Espíritu, la de la Libertad y la Verdad.
Cada uno de vosotros os daréis cuenta que, a vuestra manera, os es posible instalaros en el Silencio, en la paz, en cualquier aspecto y en cualquier situación en la que tengáis que vivir, por la gracia de la Inteligencia de la Luz.
Apoyados, os recuerdo, por el Coro de los Ángeles y por el Espíritu del Sol, así como por todos los planos de la Luz Una, estáis invitados al verdadero despertar, aquel que nada tiene que ver con las circunstancias de lo efímero.
Este despertar es vuestro último despertar, si puedo hablar así, el que os conduce a la Alegría inefable, para cada uno de mis hijos, más allá de la función aparente de este mundo, donde tenéis vuestros pies.
Vengo también a invitaros y a recordaros, que la Gracia es Evidencia, que no requiere esfuerzo, que está en superabundancia desde el instante en que no retengáis nada, no resistáis nada.
Vuestra Resurrección, ilustrada por el modelo de mi Hijo, os lleva hoy (como han explicado los Ancianos), al sacrificio más noble, más puro, en el que sólo hay Evidencia de la verdadera Vida, Evidencia de la Alegría y manifestación de la Paz.
Vengo a pediros también, si no está hecho, que verifiquéis por vosotros mismos que todo está dentro de vosotros, que ninguno podéis estar separados de ningún otro ser, en la Libertad y en el Amor.
Ya no es tiempo de discursos, sino de nutrir la llama eterna de vuestra Presencia.
Vengo también a ayudaros, si me llamáis, no solo para sanar las condiciones de este mundo o de este cuerpo, sino para dejar que vuestro corazón aparezca totalmente, emanando e irradiando espontáneamente, el canto de la Resurrección, el del Amor incondicionado donde el Fuego Ígneo, el Coro de los Ángeles, el Espíritu del Sol, todas nuestras Presencias y vuestras Presencias de este mundo, se resuelvan en vosotros poniendo fin a las apariencias de separación que prevalecen todavía en algunos de vosotros o en ciertos aspectos de vuestra vida.
Estos son también los momentos en que el llamado: “Desconocido” o “Absoluto”, se convierte en lo único conocido y soportable.
El Comendador de los Ancianos os ha mencionado con frecuencia, el “miedo” o el “amor”.
Ahora no puede quedar nada de miedo, en cada uno de mis hijos, ninguna dificultad puede surgir ante la intensidad de la Luz, ante la intensidad y nitidez de vuestra conciencia.
Es hora de dejar que se muestre vuestra sed de cielo, vuestra sed de Libertad, vuestra sed de Verdad y de Amor, que os permitirá trascender, si es necesario, antes incluso de mi Llamada, vuestros límites corporales, los límites de todas vuestras estructuras sutiles y que dejará aparecer la gloria de la Resurrección y de vuestro sacrificio.
Más que nunca, allí donde miréis, tanto en el interior de vosotros como en la ilusión de este mundo, el Amor llena y llenará cada vez más, todo lo que os pueda aparecer en cualquier elemento.
El Amor es un bálsamo, el Amor es la llave, pero ahora descubriréis, sobre todo, que el Amor es la Verdad; no solo la que os une en los lazos de lo efímero, sino el Amor que existe y que está presente desde la Eternidad.
Cuanto más aceptéis a vuestro corazón y a vuestra Eternidad, más Paz habrá, allí donde no podrá surgir ninguna cuestión, ninguna oposición.
Está brotando una nueva intimidad entre vosotros y yo, a través del Canal Marial, en vuestro corazón o en vuestra conciencia pura. Desprovista de cualquier ornamento de este mundo, yo soy la Evidencia del Amor, la Evidencia de nuestra filiación de Libertad.
Como os han dicho los Ancianos, mis hermanas Estrellas, ¿habéis renunciado a los placeres de la ilusión, a los placeres de lo efímero? ¿habéis considerado lo que emerge en vosotros, no para juzgar sino para pesar y sopesar lo que es ligero y lo que es pesado, lo que queda aún para liberaros, así como lo que cree la persona?
Vengo también a invitaros a lo que podríais llamar, en los tiempos más antiguos, “vivir la oración perpetua”, donde en cada soplo de vuestra vida y en cada uno de vuestros pasos en la tierra, sea saciada la sed de Luz por ella misma, por vuestro corazón y por vosotros mismos, haciéndoos vivir la beatitud, la paz o la desaparición.
Independientemente de las estructuras efímeras que vibran en vuestro cuerpo, de los caminos que habéis recorrido y tomado, de vuestra situación, de vuestra edad, todos vosotros lograréis la Libertad, aquella que no puede estar condicionada a ninguna historia, ni siquiera a la que hemos desarrollado en vosotros desde el primer derramamiento del Espíritu Santo, hace más de treinta años.
La inteligencia de la Luz os invita más y más a vuestra Resurrección y a vuestra Libertad. Muchos de vosotros, mis hijos, habéis vivido ya mi Llamada, en los momentos en que la Eternidad ha tomado todo el lugar, dentro de vuestro efímero.
Muchos de vosotros habéis aceptado encarnar totalmente la Luz de la Eternidad.
Hace algunos años, fuisteis llamados, los “ancladores de Luz”, los “sembradores de Luz”, las “Semillas de Estrellas”.
Hoy, cada uno de vosotros sois una Estrella que no tiene necesariamente ni forma, ni atribución, pero que se contenta con ser Estrella más allá de toda cuestión o de toda duda.
Recordad que la Verdad es simple, es humilde.
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